Día vigésimo
tercero. – No hay más que
leer a Quevedo y comprobar cómo maldice, reniega y persigue, con su obsesión perineal, a los «putos» gallegos, a los «hediondos» judíos, a los ladrones
catalanes, a los boticarios que hacen oro con los alacranes, a los médicos de
sortijas de esmeralda. Todos tan malos que no podían ser peores. Esa
intransigencia dogmática y racista se prolonga en el tiempo. ¡¡¡Feliz domingo!!!
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