domingo, 12 de junio de 2016

Día duodécimo




Día duodécimo. –  Hoy mi agricultor recuerda esos finales de curso en el que el olor al barniz-pintura que impregnaba los pupitres de la escuela emerge de su memoria y, como la magdalena proustiana, le retrotrae a los días del final de curso en junio, cuando su maestro le hacía limpiar y lijar la madera y luego cubrirla con una capa de nuevo barniz. Y ese lavar las plumas de la caligrafía y los tinteros de cristal, empotrados en las mesas y dejar todo reluciente para el comienzo de las clases tras el verano. La disciplina se relajaba en aquella época y cómo Don Emiliano, aquel grandullón maestro de la Unitaria, enfundado en ese su guardapolvo azul , nos concedía más tiempo para dar patadas al balón en la campa del Tapiado en la que las porterías se marcaban con dos mojones de piedra de canto rodado. ¡¡¡Feliz domingo!!!


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