Día vigésimo noveno. – El agricultor y sus viajeros siempre
guardarán en su retina a esa japonesa, visitante de Córdoba, a punto de
asomar las cruces, vestida con una especie de
mitón de algodón que le cubría desde los nudillos hasta el hombro y que, eso seguro, la
blindaba contra el melanoma, pero que debían de aportarle un calor
espantoso. La recordarán cubierta con un gran gorro, semajante a una grandiosa pamela y apoyada en su sombrilla, mientras recorría la ciudad ahora, finalizando abril, cuando el calor no
aprieta tanto y resulta de lo más apetecible. ¡¡¡Feliz sábado!!!
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