Día décimo cuarto. - Me recuerda mi agricultor, después del
viaje relámpago realizado por la Serranía de Albarracín, que desde que allí
puso el pie no hizo otra cosa que olfatear que este pueblo, hoy de muchos
forasteros, será en agosto de demasiado jolgorio nocturno. Y es que este
Monumento Nacional le atrapó desde la calma que promueve la orilla del río
Guadalaviar hasta el castillo del Andador, en lo alto de la muralla, sin
olvidarnos de su plaza Mayor, con su Ayuntamiento porticado y todo ese centro
vital de un pueblo amurallado, de origen islámico, defensor de la calidad
arquitectónica, de calles quebradas, de la mampostería y de un color entre el
rosa y el ocre, sus sugerentes gradación de casas colgantes que se solapan y
presumen del equilibrio de sus balcones corridos de madera. Y, cómo no, su
armónica concentración entre arquitectura, vegetación y naturaleza. ¡¡¡Feliz
sábado!!!
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