Día vigésimo sexto.
– Leyendo hoy mi agricultor a Jiménez Lozano se ha dado cuenta de que hay
poemas que dan ganas de ponerlos en la palma de la mano y cerrarla sobre ellos
para lanzarlos luego al mundo, como en siembra, pensando en sus “Vencejos”. Y eligió en su
corazón éste, para decírnoslos como maestro, eso sí, en voz muy baja, por no
interrumpir sus soliloquios, que son, como sabemos, largos, tendidos y sombras
de primavera junto al río Najerilla protegido por sus riscos:
“Jaula
de oro de la tarde,
cúpula azul
de porcelana;
los
vencejos suben, bajan, giran,
chillan. No
encuentran la salida,
la ventana
del mundo”.
Riscos de Anguiano
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