Día vigésimo
cuarto. – Dice mi agricultor mientras escarda sus verdes trigales
que existen días en los que como hoy no tiene nada que llevarse a los ojos, ni
un ángel que venga a labrarle el campo ni a escardillar sus sembrados. Me
gustaría que sucediera algo, cualquier cosa valdría. Llamar a la calandria,
pedirle que cantara por nosotros al mundo. Acaba de obedecerme. Ya está
cantando. ¿La oís? Lleva el silencio a las cañas granadas de sus verdes
maizales porque en medio del silencio comienza a nacer la esperanza. Siempre
quiso ser pobre, y esa fe le sostiene. ¡¡¡Feliz martes!!!
Agricultor riojano faenando la escarda
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