Día duodécimo. – Ayer mi agricultor se empapó de todo un
enclave de pasado mudéjar, anduvo por los alrededores que mezclan rocas
oxidadas y cielos puros. Una buena puerta de entrada a todo un sutil paisaje
protegido de los Pinares de Rodeno, cerca de Albarracín. Aquí hay otro lugar
muy curioso: el barranco de los burros, desfiladero donde, en otra época, para
alimento de águilas y lobos, se abandonaban animales muertos. Es todo un valle
de fantasmas terrenales. Sonidos apagados, estribillos extraños de urracas o
cuervos que no ves, sombras inopinadas afloran entre rocas y cardos y pocas personas
o las personas justas. ¿Para qué más? ¡¡¡Feliz jueves!!!
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