Día Décimo sexto. –
Hoy mi agricultor,
ante la plaza de Grávalos, me ha preguntado si en alguna ocasión he dejado de pensar
en aquellos juegos de nuestra niñez. Le he contestado que nunca, como no podía
ser de otra manera, y así se lo he manifestado, recordando lo dejó escrito el filósofo
francés de origen ruso Alexandre Koyré: “no es del trabajo de lo que nace la
civilización, sino de los ocios y el juego”. No se pueden olvidar ni el juego
de la pelota en el agrietado frontón detrás de la ermita, con suelo de tierra y
parte encementado, donde pasábamos las horas muertas. “El marro” en el patio de
la escuela y en los recreos, un juego clásico de agilidad, estrategia y
solidaridad. “El pañuelo”, de características parecidas. El “bote” y el
“escondite”, de agilidad y picardía. El aro y el hinque…y no olvidarse, ya
entrada la primavera, de que entre los chicos se imponía ir de nidos y resurgía
el instinto primitivo de la caza, eran otros tiempos. ¡¡¡Feliz sábado!!!
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