Día Segundo. – Mi
agricultor, hace dos días, recorriendo el Valle de Ricote, recordó a Miguel
Hernández en el comienzo de su poema “El silbo de afirmación de la aldea” esos
descriptivos nueve primeros versos de su primera estrofa y como anduvo entre
norias, carrizales, peñascales y palmeras hoy desea saludarles con estos
versos:
Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.
Difíciles barrancos de escaleras,
calladas cataratas de ascensores,
¡qué impresión de vacío!,
ocupaban el puesto de mis flores,
los aires de mis aires y mi río.
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