Día decimoctavo. – Hoy
mi agricultor, en su madrugador paseo, se ha encontrado con varios buscadores
de oro y otros metales preciosos perdidos entre las arenas de la playa de
Villananitos en San Pedro del Pinatar y ha pensado lo siguiente: Si me
preguntaran qué me llevaría a una isla desierta, respondería sin dudarlo que la
música de Bach junto a ese artilugio para buscar oro, el Quijote y Rinconete y
Cortadillo. Nada me parece más indispensable para vivir. Confieso de entrada y
humildemente que algo sé sobre el arte del solfeo y algo estudié, siendo joven,
de esta disciplina, de suerte que hasta soy capaz de distinguir un do de un fa.
Me comenta a continuación que, en su futura
vida, quiere ser organista y tocar a Bach, seguir leyendo a Cervantes e
intentar seguir buscando el oro de la tranquilidad, siendo estos de los pocos
remedios que conozco para blindarme de ese mal que nos acecha y de ese azar que
acaba por volverse contra nosotros. En medio de la desdicha y el infortunio,
cuando todo nos abandone, siempre nos quedará Bach, Cervantes y ese armatoste
con chicharra sonadora. ¡¡¡Feliz lunes!!!
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