viernes, 15 de enero de 2016

Día decimoquinto







Día decimoquinto. – ¿No oye vuestra merced, apreciado lector, el viento, ese viento que todavía silba, ya en riojano, en este pueblito y entre ruinas, situado en ese valle que, por el este, limita con las famosas tierras altas de la Sierra de La Alcarama soriana? Sí, sé que lo escuchas y hasta piensas que su secuencia sonora no es más que una alegoría de los tiempos que corren. Y que también sabes que esto es lo que pasa en nuestro paisaje, en nuestros campos de labor cuando se empobrece el suelo. Aquí sólo suena el ruido, mezclado con el silencio, porque las voces desaparecieron una a una mientras los trazos sonoros se apagaban. El sonido se llena de espacios mientras las marañas de trazos quedan vacías.  

 Estos costillares quebrantados son como un “anticipo de la primavera silenciosa” que nos espera. “Primavera silenciosa”, libro publicado en 1962 por Rachel Carson donde en él se anticipaba un futuro estéril y unos campos sin vida. Y ante el realismo de la fotografía que hoy les presento, tenía razón. El drama se desarrolla en los cada vez más acosados espacios naturales. Sí, la imagen es un drama, drama de guerra de un pueblo en declive, solamente ambientado por esas aves silvestres que aún existen y dan sonido cuando se retuercen y cobijan para tomar frescura aliviándose del calor agosteño, que aquí pega. Son los sonidos de esas cuatro codornices que silbaban hace años y que ahora, silenciosas, ya sólo quedan dos. Los campos se vaciaron lo mismo que se vaciaron las casas. Lo mismo que se ahogaron los trinos de esas cuatro golondrinas que, de diez, callaron al carecer de aleros para avecindar sus nidos, aunque, no preocuparse, ya tienen compañía: sólo quedan tres calandrias de ambiente orquestal. Y aquí, los frescos bosques de montaña, que un día fueron, ya suenan a chicharras estridentes y a desidia. Los cucos también enmudecieron y algún reducido humedal apenas alcanza ahora el tamaño de una charca. Sólo el desierto crece entre ruinas.

Es triste, pero es cierto...el campo sigue enmudeciendo, ni siquiera el silencio de un día de nieve, que hoy habrá aparecido, lo va a perturbar. ¡Por favor, déjenlo estar allí escondido en su silencio, es preferible el silencio o el balido de los corderitos, todavía encalostrados, de raza churra, que llenarlo de ruidos de motor! ¡¡¡Feliz, muy feliz viernes!!! Vale.

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