Día
Séptimo. – Mi agricultor, de nuevo, está en la playa y si antes de marcharse para su
querida Rioja la dejó en obras, bajo un desvaído sol, repleta de veraneantes
vecinos, asiduos, y extranjeros y, ¡¡¡uf!!! con el agua del Mar Menor verdosa,
muy verdosa, demasiado verdosa, al borde del colapso, degradada y adornada de
desidia, hoy se da cuenta que, al volver, nada ha cambiado. Bueno, algo sí: una
muchacha bañista intentaba adentrarse hasta las boyas, impedimento para las
medusas, para cruzar la bahía marmenorense recogiéndose el burquini, entre la
confusión y tratando de contemplar ese hilo en el mapa, apenas un brazo de
tierra de 24 kilómetros que separa el Mar Menor y el Mediterráneo y que apenas
puede contemplarse por esa turbidez incapaz de cortejar al turista. ¡¡¡Feliz miércoles!!!
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