Día vigésimo
séptimo. – Lee mi agricultor a Francisco Ayala en “Recuerdos y
olvidos”, Aguilar; colección Crisol nº 400, y como le gusta que ustedes se
cultiven, va y ahí lo deja: “El peluquero del hotel inicio la conversación
preguntando si yo era español. Pues yo tuve en el sillón a Jacinto Benavente.
Un gran dramaturgo, ¿no? "y un grandísimo puto", apostillé
sumariamente yo. Vaciló todavía un momento, y luego se decidió. Igual que su
cara, su voz había cambiado del tono solemne al confidencial: "Ay, señor,
si yo le contara..." Y me contó: Vea, señor. El grandísimo puto, como
usted le ha llamado mientras que yo le estaba haciendo la barba sacó con disimulo
su mano bajo la toalla y, fíjese, de pronto siento que empieza a querer
toquetearme. Yo al principio no podía creerlo. Me separé del sillón todo lo que
pude; pero al comprobar que insistía me entraron tentaciones de rebanarle el
pescuezo con la navaja de afeitar…/ De modo que lo planté así no más, a medio
arreglar la barba. Le di un tirón de la toalla y le dije con rabia: ¡servido!
El muy desgraciado se marchó tan fresco. Encima, se me iba riendo todavía el
grandísimo..." ¡¡¡Feliz martes!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario