Día Trigésimo primero.
– Hoy,
es jueves y mi agricultor se ha acercado hasta el mercadillo, ha pasado lista y
me ha dicho: Ya estamos oficialmente en primavera: hemos adelantado el
reloj una hora, los pajaritos cantan, las nubes se levantan, todo huele a
azahar, los puestos han cambiado su gama cromática de los naranjas de los
cítricos a los rojos y verdes de fresas, cerezas, ciruelas, espárragos, habas,
guisantes o espinacas (con alguna concesión al primer amarillo-rosado de algún
cestaño suelto de albaricoques). Todos ellos listos para darle a nuestro cuerpo
alegría –Macarena– y hacer del campo, nuestro campo, un lugar, sino mejor,
diferente, porque:
“Vengo del campo, vengo
con un silencio
clavado en carne viva,
de flor de almendro.
Vengo del campo, traigo
desnudo un cielo
arrobado en los brazos
de mi misterio.
Vengo del campo, vengo
con un silencio
que me desnuda el alma
con infinitos besos”.