Día Decimo. – Hoy mi agricultor hace
el intento de recordar a todas aquellas mujeres, entradas en edad y siempre
vestidas de negro que, durante la existencia del pueblo, anduvieron por estas
sus calles y se inclinaron ante este altar, presidido por Nuestra Señora de la
Antigua. Eran aquellas las mujeres de mi infancia. Mujeres enlutadas, con la
saya hasta los pies, el delantal, la toquilla, las humildes zapatillas y el
pañuelo cubriéndoles la cabeza, sin que hubieran tenido, muchas de ellas, en
toda su arrastrada vida, la oportunidad de pisar una peluquería ni de ver el
mar. Mujeres campesinas, silenciosas e insatisfechas, estériles a la fuerza u
obligadas a parir hijos, los que Dios quisiera, a realizar todas las tareas
domésticas, limpiar la casa, lavar la ropa en el lavadero o en el barranco, acarrear
agua de la fuente delgada, cuando manaba, o del agua dura para refrescar,
cuidar los animales y hacer la comida. ¡¡¡Feliz jueves!!!
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