Día Undécimo. – Si ayer mi agricultor
recordaba a las sacrificadas mujeres de negro que, seguramente, todos los pueblos
tuvieron. Hoy sigue pesando en los breves ratos de distracción que éstas tuvieron
con las otras vecinas en un abrigo de la calle o en el carasol de las herrañes
y en algún otro rincón de Grávalos como éste de la fotografía, trabajando,
algunas, como la tía Rufa, con el huso y la rueca la lana de las ovejas, que
otras le llevaban después de lavarla y cardarla, para tejer jerséis, calcetines
o bufandas en amor y compañía. Siempre con el cesto de la costura a mano en
aquellos trasnochos del inclemente invierno a la luz tenue que se iba y, de vez
en cuando, venía. ¡¡¡Feliz viernes!!!
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