Día Segundo. – Fue por
estas trochas y veredas y el fotografiado río riojano Oja en donde mi
agricultor dejó de escuchar el sonido de las campanas por el hundimiento de
algunas espadañas. Pero si pudo sumergirse, a pie, en la Naturaleza, por los
senderos del monte, debidamente señalados, aspirando el olor de los sabinos,
del cantueso, del espliego, de las estepas y de los pinos. Meterse en el hayedo
o el robledal. Escuchar el rumor del agua del arroyo. Ir recogiendo los frutos
del bosque, cada uno a su debido tiempo: setas, endrinas, moras, bizcobas,
gayubas, calambrujos…Y aprender de paso a distinguir la diversidad de las
plantas y de las flores y, oh prodigio, el canto de los pájaros.
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