Día Vigésimo quinto. – Hoy mi agricultor sólo
grita entre recuerdos: ¡Dejad que pase Dios, que está de viernes, y la muerte
es precisa para que nazca la vida…! Echaos a la calle, con el alma en vilo, el
corazón de puntillas y la oración a punta de labios…Es Viernes Santo. La mañana
está hermosa y todo se pierde entre calles nazarenas, sitiadas por una legión
de niños asombrados, de ojos fijos en los grandes buches nazarenos, esas
gloriosas senás, anhelando que el penitente extienda hacia ellos su mano llena
de caramelos mientras el viejo cantaor, recostado en el dintel de esa vieja
puerta, después de su viejo caminar suelta con cazallosa voz ese mar de rosas,
de dolor y asombro: ¿Adónde caminas, apuntada la luz primera, sin más fuerza ni
armadura que el latir del corazón? ¡¡¡Feliz Viernes Santo, porque también en Valdemadera lo es!!!
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