Día Décimo sexto. – Ahora que se grita por
ahí aquello de "Lobo amigo, mi voz está contigo" me recuerda mi
agricultor aquellos días de nieve cuando su padre le evocaba, en charletas
nocturnas, que los lobos descendían desde la Vaqueriza gravaleña hasta las
afueras del pueblo, que no eran otras que los erales y corrales del Paso. Eran lobos silenciosos, de ojos dorados, con colmillos como
hoja de navaja, grises o pardos que, de repente, fueron los dueños de la noche,
aullando a las estrellas cuando llegaban a reunirse en manadas jerarquizadas
hasta atacar a los ganados entre el pavor de los zagales, mientras sus mastines
castellanos no eran capaces de defenderlos al dormitar en otros pagos no muy
lejanos o bajo el leve pie del enano Nicolasito Pertusato. ¡¡¡Feliz miércoles
de Pasión!!!
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